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FUNDAMENTOS Y DOCTRINA 

 

 

La FUNDACIÓN SAN DIMAS,   esta  inspirada en el Evangelio y  su doctrina enmarcada en las enseñanzas  de la Iglesia Católica, por lo tanto actuará abierta y claramente  como una obra apostólica fundamentada y subordinada al mensaje  de la Iglesia Católica, sin embargo su acción  debe tener alcance UNIVERSAL Y ECUMENICO, es decir dirigido y aplicable a toda la humanidad y sin distingos de  credo político o religioso, género, raza, nacionalidad u origen geográfico, clase social  o capacidad económica, grado de instrucción o cualquier otra circunstancia humana   de cualquier otra índole.

 

 EL ACTO DE CONTRICIÓN Y LA JUSTIFICACION DE QUIEN LO HACE, SEGÚN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA.

 

El acto de contrición no es un sentimiento de pena, de vergüenza o de angustia. Es una disposición de la inteligencia y de la voluntad libre, no de la sensibilidad. Es una actitud de toda la persona pecadora. Es arrepentimiento, dolor, pena ante el pecado cometido por la misma ofensa hecha a Dios. El acto de arrepentimiento o contrición debe de ser sano, interno, sobrenatural, universal y máximo en cuanto a la valoración.

El dolor de los pecados, es motivado por el arrepentimiento de haber ofendido a Dios por ser Él quién es y no sólo en virtud de los premios perdidos o castigos merecidos. Los tres elementos de este concepto; sentimiento o dolor, rechazo o renuncia, propósito de cambio, han sido y son elementos claves para autentificar el arrepentimiento

Para lograr un Acto de Contrición no es necesaria ninguna fórmula, pero si tener la recta conciencia de arrepentirse de los pecados cometidos.

El Acto de contrición en tres palabras: “Dios mío, perdóname”, “Dios mío, perdóname”, es especialmente según la Iglesia, para aquellos que están en peligro de muerte. “Si os arrepentís y os convertís quedaran borrados vuestros pecados” (Hech. 3, 19).

La contrición perfecta perdona los pecados veniales y mortales. Está motivada por el amor a Dios, en actitud de tristeza generada en las facultades superiores, (inteligencia) y (voluntad), ante la ofensa hecha a Dios, (Ser Supremo).

Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama "contrición perfecta" (contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental. La contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. 

 

Justificación extrasacramental por medio de la contrición perfecta

Es la absolución de los pecados mediante la Contrición extra-sacramental en  el caso de quien está en peligro de muerte ó muere sin poder confesarse habiendo realizado el acto de contrición.

La Contrición perfecta extra-sacramental  es válida para absolver los pecados graves en peligro de muerte del pecador y  se tiene el deseo sublime de recibir el Sacramento de la Reconciliación (Confesión) en cuanto se pueda.  

No siempre los hombres, sobre todo no cultivados espiritualmente, pueden llegar con facilidad a una contrición perfecta, teniendo como exclusiva referencia al mismo Dios. La tradición de la Iglesia ha enseñado que también son excelentes los sentimientos de rechazo del pecado por otros motivos menos teocéntricos y más antropocéntricos: el temor al castigo, la pérdida del Cielo, el remordimiento, la vergüenza, etc.  

 

Referencias del Evangelio que justifican la validez del arrepentimiento en postrimerías.

 

El mismo Jesucristo en persona nos lo enseñó en el suplicio horripilante del calvario con el ladrón arrepentido, a quien le prometió de forma personal  lo que a ningún otro personaje  del evangelio incluyendo a sus propios apóstoles les había prometido, como respuesta a un acto sencillo de perfecta contrición de aquel personaje, el buen ladrón le dice: “acuérdate de mí cuando estés en tu reino” y Jesús responde : “Te aseguro,  hoy estarás conmigo en el paraíso”, esta es la frase que todo cristiano ansía oír de los labios del Señor.

El evangelio también está lleno de parábolas donde Cristo nos enseña  no solo que la muerte es una realidad que puede ser completamente inesperada y nos invita a estar siempre vigilantes, sino que también el perdón de Dios y la vida eterna se pueden ganar hasta en el último instante de vida, recordemos la bella parábola del dueño de una hacienda que contrata  jornaleros a diferentes horas del día y de la tarde y a todos, no importa cuánto hayan trabajado si desde el comienzo del día o en las postrimerías, les paga igual…, con la vida eterna.

 

 

 

LA MISION APOSTOLICA DEL BAUTIZADO COMO SACERDOTE, PROFETA Y REY.

 

La  labor y obligación misionera y apostólica nace en el bautismo, según las enseñanzas de la Iglesia Católica  porque  este sacramento hace participar al bautizado de la misión con Cristo como sacerdote, profeta y rey.
Quien recibe el Bautismo queda revestido de Jesús el Mesías, lo que significa que la misma vida de Cristo está presente y actúa en el que ha recibido el Bautismo.
El bautizado, unido a Cristo en la Iglesia, es como Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey, y está llamado a dar testimonio del Señor en este mundo.

El Concilio Vaticano II ha enseñado que "los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y la unción del Espíritu Santo" ( LG 10; cfr. 1 Pe 2, 9-10).

La acción del bautizado como sacerdote, profeta y rey debe ser viva y operante, eso no quiere decir que desplazaría o usurparía la labor propia del sacerdote consagrado en el sacramento del Orden Sacerdotal, sin embargo hay que concientizar al bautizado de las múltiples acciones que puede hacer como sacerdote y profeta

Emergencias espirituales

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